Una de las cosas que más me gustaba de ir al cine de noche en el Shopping Abasto era la salida. Como todos los negocios ya estaban cerrados había que recorrer un camino distinto al del ingreso. Desde las salas se accedía a unas escaleras -que en general no se usaban de día, por lo menos no para quienes visitaban el shopping-, después se pasaba por los costados del patio de comida hasta bajar al hall de entrada en donde una única puerta permanecía abierta, custodiada por algún empleado de seguridad que miraba que nadie fuera hacia otro lado —todas las otras puertas de vidrio estaban cerradas con cadenas—. Lo que me gustaba era la sensación de estar tras las bambalinas de algo. Veníamos de asistir a una representación y esa caminata grupal era como una extensión de la experiencia. Todavía no habíamos sido expulsados al mundo real. Teníamos unos minutos de gracia en los que podíamos reflexionar sobre lo que habíamos visto pero más con los sentidos que con la cabeza. Luego el ruido de los autos, la realidad del clima exterior, la logística de la vuelta a casa hacía que todo se volviera más terrenal.
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Me acordé de esto cuando vi la charla que hizo Martín de Delibooks en su club de lectura con Christian Kupchik, el editor de Leteo, y que tan generosamente me compartió. Les recomiendo mucho que la vean. Es una clase magistral sobre Mark Strand que dura un poco más de una hora. Háganse un tiempito y denle play.
En realidad el comentario que hizo Christian sobre la experiencia de ver una película en el cine es muy al pasar, pero ya saben que en los mails yo me agarro de cualquier cosa y me voy un poco por las ramas.
Lo que sí quería mencionar es que en esa charla el editor de Leto recita un poema de Mark Strand, que quiere compartirlo porque dialoga con el primer cuento del libro. Dice que en este poema está el núcleo de su literatura. Es un poema más extenso, que consta de seis partes, llamado Elegía para mi padre. Lo que recita es la segunda parte, cuyo nombre es Respuestas. Se los transcribo acá (vuelvo a recomendarles que vean la charla, hay algo en la forma en que lo recita Christian Kupchik que sería una lástima que se lo perdieran).
¿Por qué viajaste?
Porque la casa estaba fría.
¿Por qué viajaste?
Porque es lo que siempre hice entre el atardecer y el amanecer.
¿Qué te pusiste?
Un traje azul, camisa blanca, medias y corbata amarillas.
¿Qué te pusiste?
Nada. Una bufanda de dolor me mantuvo abrigado.
¿Con quién dormiste?
Dormí con una mujer distinta cada noche.
¿Con quién dormiste?
Dormí solo. Siempre he dormido solo.
¿Por qué me mentiste?
Siempre creí decirte la verdad.
¿Por qué me mentiste?
Porque nada miente como la verdad, y yo amo la verdad.
¿Por qué te vas?
Porque ya nada me importa demasiado.
¿Por qué te vas?
No lo sé. Nunca lo he sabido.
¿Cuánto tiempo deberé esperarte?
No me esperes. Estoy cansado y quiero acostarme.
¿Estás cansado, querés acostarte?
Sí, estoy cansado y quiero acostarme.
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Además de que el poema dialoga con el cuento “Más vida” y que puede entenderse como el núcleo de su literatura, Christian dice que en este poema Strand lo que nos está proponiendo son verdades que corren invisibles a nuestro alrededor.
Pienso que quizás eso es lo que me gustaba de esa experiencia de la salida del cine. Todavía no se habían activado las maquinarias del raciocinio. Seguíamos en ese momento estético en el que el placer venía de hacerse preguntas, sin que importen todavía las respuestas.
Algo de eso hay en lo que dice Mark Strand sobre que la poesía no se trata de conocimiento, sino que es una ocasión de crecer.
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Pueden leer el poema completo Elegía para mi padre, las seis partes, en esta nota de Página 12.
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La semana que viene voy a hablar sobre el cuento «Vida de perro» y quizás también sobre «Céfalo». Les aviso para que vayan leyéndolos si no lo hicieron todavía. También voy a proponerles algo con los subrayados, tengan sus libros a mano.
Nos vemos el domingo en la bandeja de entrada.
Abrazo
Sebastián Lidijover