Una de las cosas que suelen decirme sobre el club de lectura es que les gusta descubrir libros a los que no hubieran llegado de otra forma. Es algo que me pasa a mí también. Por más que soy el que escribe los mails, no dejo de ser un lector más del club. En estos dos años y medio aprendí que las lecturas siempre pueden disparar conexiones de todo tipo. Algunas, totalmente insospechadas… este tercer mail sobre Grabado en Estudios Panda será una prueba de eso.
***
En una de las secciones que separan los capítulos, esas en las que se cuentan datos sobre los técnicos de grabación, Mario Breuer (uno de los técnicos) relata una conversación que tuvo con Miguel, el dueño de Estudios Panda:
“Esto lo tenés que tener lleno de luces” […] “Incluso si te aparece algo que tiene muchas lucecitas y no sirve para nada, también sirve. Está bueno tener aparatos. Eso es lo que le gusta a la gente y lo que la tienta: cuando entra quiere ver aparatos”. Me dijo “okey” y empezó a buscar. En un momento me acuerdo que cayó con un ecualizador horrible, hogareño, que no tenía nada que ver con el estudio, y me dijo: “Ya sé, es una porquería… pero está lleno de lucecitas”.
***
Lucecitas, estudio de grabación, la música como una experiencia que te transporta. La cabeza que empieza a irse a otros lados.
***
Cuando era adolescente tuve mononucleosis. En esas semanas de reposo, haciendo zapping, descubrí Star Trek. The Next Generation (la del Capitán Jean-Luc Picard, no la de Kirk). Me hice fan al instante.
No me voy a poner a hablar de la serie, no se preocupen. Tampoco deberían sorprenderse demasiado, ya hablé de Star Trek cuando leímos 30 de febrero y Secretos de belleza. Esta vez de lo que quiero hablar es puntualmente de la teletransportación. Para quienes nunca vieron algún capítulo, se teletransportaban parándose en una sala, debajo de una especie de luces, mientras un operador activaba palancas y botones. Un haz de luz “desintegraba” a los tripulantes de la nave para volver a materializarlos en el lugar a donde querían transportarse.
Lo fascinante de todo esto era la implicancia filosófica. Esa persona que se desmaterializaba para volver a materializarse en otro lugar… ¿era la misma persona?
En una nota de Gizmodo se plantea incluso que el teletransportador de Star Trek era una cabina de suicidio, ya que en realidad de lo que se trataba no era de mover a una persona de un lugar a otro, sino de hacer una copia exacta que era materializada en el lugar de destino, destruyendo al original en el proceso.
Dato: décadas después de la serie, en 1993, un grupo de físicos sentó las bases de la teletransportación cuántica, que se rige por el principio de no clonación: para poder hacer la copia es necesario destruir el original para poder extraer toda su información (no estamos hablando de personas, sino de fotones y partículas). Todo esto se cuenta en la nota de Gizmodo.
***
Ok, voy a frenar acá mi espíritu nerd. Pero es que, si lo piensan, no es tan descabellado ver una conexión entre un estudio de grabación y una sala de teletransportación (salvando ese detalle de la destrucción del original): descomponer algo en partes para volver a ensamblarlo después, logrando que esa nueva totalidad sea el yo auténtico de una canción.
Al final estamos hablando de lucecitas, perillas y una cantidad de personas que operándolas logran hacernos viajar. De eso, ni más ni menos, se trata la música.
***
Para pasar a algo más real ¿sabían que a Nicolás Igarzábal le llevó tres años investigar para el libro? Lo cuenta él mismo en el video que subimos a nuestro Instagram.
***
Les recuerdo que di por terminado el experimento de parejas lectoras. Por eso ya no figura más el link para pedir que les asigne una. Les va a seguir apareciendo el recuadro con los datos de su pareja, pero a partir del mes que viene no aparecerá más. Tomen nota de los datos si quieren seguir escribiéndose.
Y recuerden que el mes que viene vamos a estar leyendo Contacto de Edgardo Scott, publicado por Ediciones Godot.
Nos vemos el domingo en la bandeja de entrada.
Abrazo
Sebastián Lidijover