Los nadadores nocturnos es la primera obra autobiográfica de Peter Rock. En el libro van a encontrar una historia -su historia- que para mí se parece a esta imagen: dos ríos que se unen en otro más grande y forman un cauce común. ¿Qué quiero decir? Por un lado, hay un pasado: el recuerdo de un verano en Wisconsin donde conoció a la señora Abel, quien compartía como él el amor por la natación, por nadar de noche en aguas abiertas. Por otro lado, un presente, la vida que comparte con sus tres mujeres: una esposa y dos hijas. Y, por último, su vida como escritor que, de alguna manera, lo atraviesa todo: su pasado, su presente y por qué no su futuro, que estamos construyendo ahora juntos al leerlo.
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Rock volcó en este libro una breve historia de su escritura. Así como también algunos consejos prácticos que quiero mostrar.
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La familia Rock, dice en el libro, alternaba entre la paciencia y la impaciencia en relación a la idea de que su hijo se convierta en escritor.
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—¡Estás grande!
—¿Qué tal la escritura?
—¿Ya estás buscando un trabajo normal?
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“Necesito sentir más empatía por tus personajes”, le dijo su abuelo cuando le dio a leer uno de sus textos.
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Rock dice que una vez le dijo a alguien que con sus relatos quería decir implícitamente al lector: Voy para tu casa.
Y que veinte años después esa declaración cambió: ¿Vendrías conmigo por favor? No quiero estar solo. No estoy seguro de adónde estoy yendo y estoy un poco asustado.
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Creo que cuando escribo, me gusta pensar que es el lector o la lectora la que me lleva. Que como autora pierdo el control total de mis textos. Que cada fragmento puede ser leído e interpretado de mil formas diferentes. Que mi escritura está viva si hay una lectura que la acompaña.