Dublineses #1

No es habitual que un artista establezca lo mejor de su producción al principio y al final de su vida. De hecho, me viene a la cabeza uno solo, aunque tal vez a ustedes se le ocurran otros. Pienso en John Huston, el director de cine. Nacido en 1906 y muerto en 1987, filmó más de 40 películas (41 para ser precisos). Pero sus dos verdaderas obras maestras son la primera y la última, El halcón maltés y The Dead, que aquí se tradujo muy extrañamente como Desde ahora y para siempreEl halcón maltés, de 1941, es la adaptación de la novela del mismo título de Dashiell Hammett, de 1930; genial la novela y genial la película, con un Humphrey Bogart que a partir de ahí comenzó a ser Humphrey Bogart, es decir una marca registrada, y un Peter Lorre extraordinario en su papel secundario de malvado (lamentablemente no tengo espacio para seguir aquí con este tema, pero si Club Carbono me vuelve a invitar para escribir sobre alguno de sus libros, recuérdenme que les cuente la anécdota de Groucho Marx con Peter Lorre).
 
Desde ahora y para siempre, de 1987, es la adaptación al cine de «Los muertos», el último cuento de Dublineses, de James Joyce, publicado en 1914. También genial la película y también genial el cuento, seguramente y con razón, el más conocido del libro. Genial entonces ambas obras, pero bastante diferentes entre sí. ¿Qué es más aconsejable, ver primero la película y después leer el cuento o al revés? No lo sé. Sé, sí, que más allá del orden, es francamente recomendable leer el cuento y ver la película. Porque Huston le da una importancia a la escena final del cuento que Joyce no le da. Quiero decir: es evidente que para Joyce toda la última escena es clave, es central. No estoy queriendo decir que Joyce no le da importancia a la última parte del cuento, lo que sería un gran error de mi parte. Lo que quiero decir es que, si Joyce le da mucha importancia a ese final, Huston le da aún mucho más. Por momentos da la impresión que el resto de la película -la cena, lo que allí pasa- son solo preparativos para llegar a la escena final, inolvidable y conmovedora a la vez (o tal vez, inolvidable por conmovedora). Mientras que, en el cuento, toda la primera parte tiene tanto peso como la escena del final.
 
La escena del final… ¿Vale espoilear? No estoy autorizado a contestar. Por lo tanto, solo diré que es una de las más grandes escenas de amor, desamor, tristeza, patetismo, soledad, y nostalgia que nos haya dado la literatura del siglo XX, o directamente la literatura tout-court.