Hola, gente de Club Carbono:
Me entrometo en sus bandejas de entrada fumando una pipa. Bueno, no literalmente. Nunca lo hice, confieso. Es de mis deseos pendientes que no sé por qué no cumplo. Pero me gustan las pipas y el mundo que las rodea. En este caso creo que combina bien con nuestro encuentro: ustedes, leyendo o por leer, y yo, charlando de libros y, por favor imaginen conmigo, pitando tabaco con un aire misterioso.
Así que acá estamos, en un ambiente cálido como un viaje a la infancia, con ese olor a casa de padre o abuelo. ¿Saben que existe una competencia de Fumada Lenta de pipas? Hay en todos lados, con clasificatorias por países para un Mundial y se trata, en resumen absoluto, en ver a quién le dura más rato encendida. La lista de los tiempos records supera las dos horas con brasa siempre ardiendo.
Hay reglas y estatutos de participación, pero no vamos a meternos en eso. Prefiero contarles el cuento (no será el de la buena pipa, no se preocupen) de la primera fumada lenta de la historia. Mejor digámosle “leyenda”, porque no puedo traerles pruebas empíricas. En Sudáfrica, en Ciudad del Cabo, hay un horizonte montañoso que —mirado de izquierda a derecha— comienza con el punto más alto, como una torre, que se llama Pico del Diablo. En su cumbre, suele haber una nube gris. Si alguien quiere espiar, puede hacerlo acá.
Originalmente, se llamaba Windberg, también le decían Charles Mountain. Pero alrededor de 1700, al pie de la montaña vivía el holandés Jan van Hunks, que era un prodigioso fumador de pipa. El folklore relata que un día retó al diablo para ver quién mantenía más tiempo encendida su pipa y no se sabe quién ganó, porque aún se puede ver el humo en la cumbre. Por eso, desde 1900, se conoce como “Devil’s Peak”. Son lindas las leyendas. Y las pipas. ¿No?
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Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno nació el 16 de mayo de 1917 en la localidad mexicana de Apulco, en el Estado de Jalisco. En confianza sería solo Juan Rulfo y es uno de los referentes más importantes de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Falleció el 7 de enero de 1986 en Ciudad de México y se puede decir sin prurito que es una leyenda. En parte por su personalidad —era introvertido, tímido y misterioso—, pero más que nada por Pedro Páramo. Fue su primera novela y se publicó en 1955, así que definitivamente fue precursora, por su realismo mágico, del boom latinoamericano que luego protagonizó más que nada Gabriel García Márquez.
Además escribió cuentos —es mítico también en ese género— y, en resumen bestial para ir al punto, a lo largo de su obra que transcurre mayormente en escenarios rurales, en donde muestra la relación con la naturaleza, combina siempre realidad y fantasía, tradiciones indígenas y cristianas, para hablar —sin nombrar literalmente— de las heridas, reales y simbólicas, de pueblos con carencias socioeconómicas, atravesados por guerras, falta de oportunidades, soledades.
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¿Qué tienen que ver las pipas y Rulfo con Furia, de Clyo Mendoza?
Pensaba, mientras leía esta novela, que es de fumada lenta. Se enciende desde la primera letra, a pura fibra, y es bueno ir manteniendo el fuego para que acompañe y arrase. Si fuera una pipa, la carga del tabaco se debe hacer de forma muy suave, dejándolo caer y moviendo ligeramente el recipiente para que se deposite bien, y después apretar el contenido, comprobando que la boquilla tire correctamente, así se puede fumar sin dificultades.
En el caso de este libro, diría que es bueno hacer algo similar, que se puede traducir en buscar un lugar cómodo para depositar el cuerpo, porque una vez que se entra a este mundo no se sale fácil y hay que verificar no dañarse el cuello, que va a entrar en tensión, o la espalda, que podría comprometerse también. Además, sería útil tener cerca un lápiz, porque apuesto todos mis encendedores que van a necesitar subrayar. Y entonces sí, a darle mecha.
Otra cosa que pensé, en realidad que llamó mi atención, fue descubrirme en un prejuicio, no necesariamente negativo, porque Clyo Mendoza es joven, nació en 1993. Entonces creí que entraría a un mundo millennial, lo que sea que eso quiera decir, pero digamos, en resumen bestial, entre sensible y moderno. También sabía que es poeta, premiada, así que imaginé mucho lirismo, desborde, sentimientos a flor de página.
Pero no. De pronto estaba en un desierto, ese paisaje árido tan de cierta tradición mexicana, así como escenario y también de forma para que avance la trama. Con el viento caliente que quema en lugar de refrescar y hiere mientras es hermoso en su manera de deformar la realidad. Ahí estaba la poeta. Y Rulfo. Rulfo, gritaba mi mente, con esa economía de recursos y una lírica clavada en lo que narra más que en rulos estilísticos o juegos metafóricos. Rulfo millennial, en una genial y aterradora distribución tranquila de la prosa, que se lee así, como una fumada lenta.
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Les dejo una reseña de la novela, breve y sin spoilers, de Raúl A. Cuello para la revista Otra Parte. “Resta ver qué sucederá en los próximos diez, veinte, cincuenta años, frente a una literatura que supo entronizar el desborde lingüístico (de Paz a Margo Glanz, pasando por Salvador Elizondo), y que ahora juega sus fichas más fuertes en la parcela contenidista de la prosa”, propone pendenciera y esperanzadoramente.
Hasta la semana que viene,
Daniela Pasik