Las últimas palabras de este libro nos llevan al comienzo. Dice Ana Basualdo con lucidez: “El periodismo, en su versión reporteril, es una hermosa artesanía”. Se trata de una gran definición de El presente porque revela la aproximación, el encare y la valoración que tiene la periodista con su hacer y su práctica: algo manual, que se construye sobre la búsqueda de la dignidad y que requiere toda la atención posible para llevarse a cabo: una palabra al lado de la otra encontrando su peso determinado armando sentido y comprensión.
De ningún modo se percibe al periodismo, en tanto vinculación con la lengua, como un hermano menor y algo deficiente de la literatura, en absoluto (ya volveremos sobre esto). El periodismo según lo ejerce Basualdo, y puede verse en cuada uno de estos textos, es un manera de abrir puertas al modo en el que la realidad se presenta y habitarla. Por eso, este libro está separado en dos grandes bloques donde lo real divide aguas y modifica su cauce natural: Buenos Aires/Barcelona.
¿Qué hay en el medio, qué sucedió para que aparezca esta separación tan tajante? Bueno, ustedes saben o lo intuyen: la última dictadura militar argentina. Explica Basualdo al respecto: “Yo me fui del país el 8 de noviembre de 1975: una semana antes, me secuestró un grupo de la triple A; me hicieron un simulacro de fusilamiento y me soltaron a las veinticuatro horas.” Se va inmediatamente a España y gracias a unas cartas de recomendación consigue trabajo (de periodista, por supuesto) rápidamente: “Nosotros veníamos de una debacle y acá todo volvía a empezar”, cuenta Basualdo sobre ese desembarco en el exilio. Una semana después de su partida, cuatro de sus compañeros de redacción en Panorama desparecen: Luis Guagnini, Miguel Ángel Bustos, Conrado Ceretti, Ignacio Ikonikof.
Estar en contacto con esta información nos hace pensar que los efectos de la realidad también irradian –y a veces encandilan- a quienes quieren acercarse a ella. Y, en otro sentido, hay todo un sedimento de violencia que está muy en el fondo de las notas pero que en la relectura se vuelve evidente.
Las notas del primer bloque (el de Buenos Aires) pertenecen todas a la revista Panorama. Eso indica un lugar de pertenencia y una redacción desde la que se intentó (junto a otros medios como La opinión, Primera plana y Confirmado, entro otros) renovar el periodismo argentino. El New York Times era el Everest, el pico estético, que todos querían alcanzar. Escribe Basualdo en el prólogo al libro que reúne los escritos de Enrique Raab: “El lapso que va del año 1962 a 1975 es comparable, en la historia del periodismo argentino, a otros periodos de renovación.”
Este fue un periodo en el que cambió el lenguaje de la prensa, experimentando técnicas y rebuscando temas para enganchar a los recién llegados al consumo. Además, pensarlo como algo trascendente, era la época en la que no existía la carrera de Comunicación ni mucho menos de Periodismo ni en universidades ni terciarios. Por lo tanto, quienes ejercían el periodismo eran diletantes de la palabra (abogados, escritores, etc.) que encontraban en las redacciones la posibilidad de ejercer su erotismo con la página en blanco. Ana Basualdo era una de estos seres, que primero fue “pinche” de redacción y luego puso su firma en sus notas. Es por eso que se trataba de un viaje sin brújula más que el jefe de redacción, quienes editaban y el mérito de toda esa camada es notable por haber reinventado no solo la escritura periodística, sino además la forma en la que se leía esos textos: formaron lectores y lectoras.
Puede ser un retrato de Leonardo Favio (dos textos extraordinarios y canónicos) o Paloma Efrón, encontrar a la recluida Ada Falcón (hallazgo notable para la época), hacer un catálogo de confiterías porteñas (su precisión para describir es inagotable, una habilidad que pudo trasladar a sus cuentos), indagar en el recuerdo que el pueblo guarda de Eva Perón, comprender qué es eso del camp (con Manuel Puig como guía excelso), o revelar los manejos de una logia espiritista peronista (así de maravilloso y extraño como suena), Ana Basualdo surfea con destreza las olas de la información pura y dura; el reporteo y el trabajo de campo; y el goce por construir párrafos y textos que resisten el paso del tiempo. El equilibrio interno de estos escritos es impecable.