Hay algo que hace mucho en sus novelas Jesse Ball que es centrarse en las experiencias de la niñez. En la riqueza de la imaginación y de la libertad absoluta que perdemos a medida que nos vamos haciendo adultos.
De hecho, hay una parte en Los niños 6 que habla sobre una niña queriendo ser un conejo. Entonces la nena va y le dice a sus padres que, justamente, quería ser un conejo, si eso era posible. Los padres le responden, rápida y fríamente, que no. Pero después esa misma nena se va a jugar con su vecina y le dice que quería ser un conejo. Entonces su amiga, en las antípodas de sus padres, le pregunta: «¿Un conejo de qué tipo?».
Ball intenta, no solo en Los niños 6 sino en varios de sus textos, explorar esos sentimientos perdidos que vamos dejando en el camino por ¿culpa? de la vida, del avance del tiempo, por la llegada de preocupaciones que antes ni siquiera sabíamos que existían.
Pero este libro tiene mucho más. Está repleto de reflexiones profundas que, de alguna manera, tocarán la vida de todos sus lectores. Porque entre sus páginas hay no solo una anti oda de la llegada de la adultez, sino también de la crueldad que hay en el mundo, del amor, de lo frágiles que somos los humanos y de las preocupaciones que nos acechan cuando no hay futuro aparente por delante.
Te mando un abrazo,
Axel