Las escritoras y escritores no escriben libros, escriben textos.
Empezó tranca este segundo mail sobre Grabado en Estudios Panda. Ténganme paciencia, voy a hablar sobre música, pero antes déjenme desarrollar esta idea.
Un libro es la suma del texto que entrega el escritor o escritora más todo el trabajo de edición que lleva encima: correcciones, maquetado, diseño de tapa, etc. Un texto que puede cambiar entre el ida y vuelta con quien lo esté editando. Es decir que, en realidad, nadie escribe libros. Se escriben manuscritos, textos. Que esos textos se conviertan en libros —que se le agreguen todas esas capas de sentido, toda esa carga simbólica, pertenecer a un sello, a una colección— es un trabajo de varios actores distintos.
Todo eso está ahí, cuando lo sostenemos en la mano, y a la vez desaparece en la lectura, en esa intimidad hecha solo de quien lo escribió y quien lo está leyendo.
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Sé que con la música no es exactamente igual, pero pensaba en esto cuando leía todas las historias que cuenta Nicolás Igarzábal. La cantidad de trabajo que hay detrás de cada canción. El rompecabezas de sonidos que se arman y desarman hasta encontrar la forma justa. Esa que vamos a guardar en nuestras cabezas para toda la vida.
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Hace un poco más de dos años, en un mail del club (cómo pasa el tiempo), les contaba que había ido a una presentación de un libro de una bodega de vinos. Nos habían contado las particularidades del viñedo, el tipo especial de tierra que tenía, el clima único. No eran datos sueltos, quien lo contaba sabía hacer de todo eso una narración atractiva. Cuando terminó todas las personas que estábamos ahí deseábamos probar ese vino. Por supuesto lo hicimos, era el broche de oro de la presentación. Y, por supuesto, el vino era maravilloso. Ya lo era antes de que lo tomáramos.
Una buena historia mejora cualquier cosa.
Y eso también es lo que pasa con Grabado en Estudios Panda. Es imposible no interrumpir la lectura para ir a buscar la canción a Spotify o Youtube. Esa música, que ya era buena, se vuelve mejor después de haber leído las anécdotas que cuenta Nicolás Igarzábal. No importa que ya hayamos escuchado cientos de veces una canción, un párrafo del libro puede hacernos descubrir algo que nunca habíamos escuchado.
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Buscando el texto para la yapa me encontré con esta frase de Walter Lezcano del libro Días distintos. La fabulosa trilogía de fin de siglo de Andrés Calamaro, publicado también por Gourmet Musical:
…las buenas canciones ayudan a que el oyente modifique su realidad e ingrese en un universo sonoro distinto, más etéreo, aunque absolutamente real, durante un corto pero intenso período. ¿Cómo se logra una cosa así?
No sé si hay una respuesta a esa pregunta, pero creo que después de leer Grabado en Estudios Panda, de ver la cantidad de gente y trabajo que hay detrás de esas canciones que suenan en nuestras cabezas, uno cree estar un poco más cerca de saber cómo se logra una cosa así.
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Para terminar: un aviso y tres recordatorios.
-Decidí dar por terminado el experimento de parejas lectoras. Van a ver que ya en este mail no figura más el link para pedir que les asigne una. Hasta fin de mes les seguirá apareciendo, a quienes se hayan anotado, los datos de su pareja en el recuadro a comienzo del mail. A partir del mes que viene ya no aparecerá más. Tomen nota de los datos si quieren seguir escribiéndose.
-Les recuerdo que tenemos una tarjeta de beneficios. Pueden encontrar más info acá.
-El último domingo vamos a hacer un Zoom con el autor del libro, Nicolás Igarzábal y con Leandro Donozo, editor de Gourmet Musical.
-Y por último: recuerden que el mes que viene vamos a estar leyendo Contacto de Edgardo Scott, publicado por Ediciones Godot.
Nos vemos el domingo en la bandeja de entrada.
Abrazo
Sebastián Lidijover