Hola, espero que hayan podido avanzar con la lectura.
No sé si les pasó, pero desde que agarré este libro veo la palabra «silencio» por todos lados. En otros libros, en canciones, es como si se me hubiese activado un resaltador que marca la palabra cada vez que la veo o la escucho. Creo que en los primeros párrafos del segundo capítulo está la frase “el sonido del silencio” y desde entonces tengo la canción “Sounds of Silence”, de Simon & Garfunkel.
La ramificación que genera la lectura es lo que más me gusta: puertas que se abren hacia todos lados. Me puse a buscar el origen de la letra y según encontré por ahí, la inspiración tuvo que ver con el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, en el año 1963. A principios de 1964, Paul Simon compuso esta canción basada en lo traumático que fue ese hecho para la sociedad, un ejemplo extremo de lo que puede suceder cuando la gente no puede conectarse con sus emociones ni tampoco conectar con otras personas. La falta de comunicación que genera el silencio.
Volviendo a lo que quería decir antes, si les pasó esto de ver el silencio en todos lados, no teman, no están volviéndose locos. O, en todo caso, los locos somos varios.
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Un recurso medio gastado que solemos utilizar los periodistas es buscar la definición de una palabra en el diccionario. No es que la palabra de la Real Academia Española sea una cosa incuestionable, pero a veces volver a la definición original (desde ya, una convención) ayuda a entender algunas cosas. Veamos.
En las tres primeras acepciones hay un denominador común. Al silencio se lo define por su faltante o su ausencia:
1. m. Abstención de hablar.
2. m. Falta de ruido. El silencio de los bosques, del claustro, de la noche.
3. m. Falta u omisión de algo por escrito. El silencio de los historiadores contemporáneos. El silencio de la ley. Escríbeme cuanto antes, porque tan largo silencio me tiene con cuidado.
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Sigo con algo que me hizo acordar la palabra «silencio». En la escuela secundaria, años 90 en Bahía Blanca, había un programa de lectura que se llamaba “Lectura Silenciosa Sostenida” (abreviado como LSS, así le decíamos. Hoy tenemos “LSS, ele ese ese”). Básicamente consistía en una hora semanal de lectura en clase, durante la hora de Lengua y Literatura. Para algunos padres, la hora de LSS era una hora perdida, les servía a los profesores para saltearse una hora de clase. Para mí era la mejor hora del mundo.
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Siempre me pregunto por qué alguien escribe el libro que escribe. ¿Por qué John Biguenet se metió con el tema del Silencio? ¿Fue por encargo? ¿Fue por un interés genuino? ¿Fue un encargo que terminó decantando en un interés genuino? Siempre hay temas que nos acompañan durante toda la vida y que los vamos desarrollando con nuevas ideas.
Experimenté hace poco una experiencia similar a la que cuenta el autor, con uno de esos auriculares que te aíslan del resto. Al principio sentí vértigo cuando estaba en la calle, me costaba estar aislado del resto mientras escuchaba la música. Me sentí parecido a la experiencia de la cámara anecóica (a propósito, anecóico es algo “Capaz de absorber las ondas sonoras o electromagnéticas sin reflejarlas”).
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Me sorprendió la cita a Ortega y Gasset. Como soy desconfiado googleé “citas sobre el silencio” y no encontré nada parecido. La cita, por lo demás, me pareció increíble, porque además de la pertinencia para formar parte de la idea general del libro, tiene un tono trágico puramente argentino. “Cada latido de nuestro corazón parece que va a ser el último. El nuevo latido salvador que llega parece siempre una casualidad y no garantiza el subsecuente”.
Lo que está garantizado es el próximo mail.
Hasta entonces
Un abrazo
PD: no sé si llegaron, pero más adelante el autor cita un cuento de Chejov. Si lo quieren leer está acá.