Hola,
Este es el último mail en el que compartimos la lectura de Silencio de John Biguenet.
Es notable cómo un libro puede cambiar de un momento a otro. En particular, me pasó cuando Biguenet escribe: “Se dice que cuando uno enferma de gravedad, lo primero que se pierde es la capacidad para leer”. Ahí me dije a mí mismo (a mi silencio): “¿Quién dice eso? Nunca lo había escuchado”.
Lo cierto es que a continuación describe todo lo que pasó con su familia durante el huracán Katrina en Nueva Orleans y me reconcilié un poco con el libro, con lo que estaba esperando leer. Una dimensión personal del silencio, un poco de primera persona. Pero no por la primera persona en sí misma, sino como recurso al silencio, cómo es el silencio de cada uno de nosotros. Una especie de “Cuenta tu silencio y contarás el mundo”. “Escribí quince columnas para The New York Times. Las escribí una tras otra, sin distraerme por las circunstancias cuenta Biguenet, y no puedo más que admirarlo y sentir algo de envidia (por escribir en el New York Times y, más aun, por escribir 15 columnas una tras otra, sin distraerse).
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Vuelvo sobre un concepto que escribí en los mails anteriores. La lectura silenciosa. La cita que hace sobre la actividad cerebral mientras leemos en silencio me pareció fabulosa (del artículo “How Silent is Silent Reading” – «Qué tan silenciosa es la lectura silenciosa”). “Podemos oír cómo nuestra propia voz interior pronuncia las palabras mentalmente. Estudios recientes de resonancia magnética funcional han asociado ese componente con una mayor actividad metabólica en la corteza auditiva, incluyendo áreas relacionadas específicamente con la voz”. “La lectura silenciosa no lo es para el cerebro, ni para la mayoría de nosotros”, dice en otro fragmento.
Inmediatamente me acordé de esas mañanas en el aula, todos en silencio leyendo. Algunos más concentrados que otros, desde ya. Pero en algún punto, todos con algún tipo de hormigueo o sensación irrepetible en la cabeza. Y pensé también en los papás de esos chicos que se quejaban de esa hora gratis “que los maestros usaban para no hacer nada” (por cierto, los maestros también leían mientras nosotros leíamos).
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“Acerca de la soledad, el silencio y la oscuridad, todo lo que podemos decir es que son efectivamente los factores a los que se anudó la angustia infantil, en la mayoría de los hombres aún no extinguida por completo” (Lo ominoso, Sigmund Freud).
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Este es el último de los correos, ya vamos cerrando esta historia del silencio que nos acompañó durante cuatro semanas. No lo conté antes, pero se me fue esa sensación de ver y encontrar la palabra en todos lados. Lo que sí me pasa es que el libro me abrió la cabeza a un montón de ideas (bueno, no un montón, pero si dos o tres) y pienso en que ese mismo efecto haya ocurrido (ojalá) a cada unx de los suscriptores, de una forma singular y única. Unas lucecitas que se activaron en nuestros cerebros. ¿No es una maravilla?
Gracias por la compañía,
Les dejo un abrazo