Ornamento #3

Encontré una entrevista que le hizo Juan Losada Iriarte a Juan Cárdenas y me interesó mucho una de sus declaraciones, que les comparto: “Siempre me ha fascinado Adolf Loos, un arquitecto que se opuso radicalmente al Art Nouveau, que era la tendencia dominante del diseño de su tiempo. Loos estaba harto de todo ese exceso de florituras, ramificaciones y espacios alveolados y entonces escribió a comienzos de siglo XX su manifiesto Ornamento y delito, que vendría a ser algo así como la primera gran doctrina del diseño moderno -”menos es más”, ergonomía y funcionalidad, eliminando cualquier elemento superfluo-. Pero lo que no se suele decir sobre ese texto, tan apreciado hasta hoy por las escuelas de diseño, es que Loos estaba sentando allí las bases de una asociación perversa entre pulcritud formal y civilización, entre lo ornamental y la barbarie, entre un cierto higienismo social y unos valores estéticos. Loos pone el ejemplo de los tatuajes. ¿Quiénes se tatúan? Los criminales en las cárceles y los pueblos primitivos, dice, lo que demuestra que el “ornamento” solo puede ser una señal de una enfermedad que debe ser eliminada para garantizar la salud del cuerpo social. Sobra decir que allí está resumido todo el fascismo, todas sus falsas parejas de opuestos, podríamos decir, pero no solo el fascismo histórico europeo, sino los fascismos contemporáneos y en particular el fascismo tropical latinoamericano. Mi novela se puede leer como una especie de falso tratadito filosófico sobre el fascismo tropical y sus oposiciones: barroco vs clasicismo, barbarie vs civilización, lo popular vs el buen gusto, el habla torcida de la calle vs la corrección gramatical, la negrada vs los blancoides, el cuerpo vs el intelecto, la tropicalidad primitiva vs las regiones templadas propicias al pensamiento”. El art nouveau, el simbolismo, los prerrafaelitas, el terciopelo, los castillos, las iglesias delirantes, los jardines asalvajados, bien lejos del intento francés de domar a las flores. Todo eso me gusta. Muchas veces me pregunto por qué hay tanta gente que prefiere los diseños de la Bauhaus, las casas racionalistas, el minimalismo, el diseño escandinavo –ahora todo se llama así, escandinavo, y se asocia, claro, con la riqueza–. Una amiga de gran confianza me dijo una vez que, por ejemplo, Burne-Jones es una “mersada”. Y yo pensé: en qué mundo vivimos, ella y yo. Yo, privilegiada por siquiera saber en un país de América Latina quién es Burne Jones. Ella, en qué nube flotante para entender que es “mersa”. Dos mujeres sobreeducadas en el medio de una catástrofe social. Eso somos, eso éramos cuando tuvimos esa conversación. Afortunadas. Claro, a ninguna de las dos nos alcanzaba el dinero para llegar a fin de mes, pero hablo de otra cosa. De cómo el clasismo se consolida en esos movimientos alejados de la realidad. El científico narrador dice: mi mujer es incapaz de abandonar el círculo que le proporciona su buen gusto”.

Creo que tengo mal gusto. No sé si importa.

Mariana Enríquez