La vida después #3

4. The catcher in the rye, pero hardcore
 
Eso también es La vida después; un recopilatorio de anécdotas que le debe a esa gran tradición iniciada acaso por Mark Twain y consagrada por Salinger y su Holden Caulfield. Siempre impresiona recordar que el asesino de Lennon, Mark David Chapman, estaba leyendo ese libro cuando lo mató. Pero leyendo La vida después todo se presenta un poco más lógico. Hay algo del punto de vista infantil que siempre es incompleto y al que sólo le queda el horror, la victimización o alguna forma de crimen. El libro de Antrim, con mayor distancia, por momentos no deja de entregar ese sabor. 
 
5. Mamá, siempre te extraño
 
“De vez en cuando le hablo a mi madre. Tengo la costumbre de informarle, cada tanto, qué hay de nuevo en mi vida, de explicarle algún problema o cuestión que me preocupa, o hasta de contradecirla y zanjar quizá, de una vez por todas, algunas de nuestras largas disputas sin resolver”. Por supuesto que esa es otra forma de leer la novela. Como una larga carta a la madre muerta. Como decía Peter Handke: Carta breve para un largo adiós. Es decir la larga carta que se le escribe a un fantasma. No tan distinta, a fin de cuentas, a la carta que le escribió Kafka a su padre, pero, ¡pero! que en realidad se la dio a su madre, de manera que podemos decir que esa carta es una carta a la madre, dirigida a la madre, pero sobre el padre. La madre sí la leyó –o estuvo al tanto–, el padre, no. 
 
6. Antrim, el vampiro
 
En La vida después también se puede ver cómo un escritor capitaliza y transforma todo ese caos salvaje de la vida familiar en un relato, incluso en una novela. Cómo un escritor puede hacer con lo que Freud llamaba la novela familiar del neurótico. En ese sentido, que Antrim haya decidido prestar su nombre y que el texto se vuelva así de autoficción no hace más que exhibir esa vocación vampírica de los escritores. Si un abogado ve un choque y saca la tarjeta de su bolsillo, el escritor saca la lapicera (o ahora busca las notas en su teléfono) cuando la gresca familiar se pone linda o, incluso, cuando algo le trae el recuerdo de la gresca familiar.