7. «O vas a apoyar esta familia o te vas de mi casa» seguido de La incomprensión
Es probable que menos el tema que el objeto de la novela sea la incomprensión. Esa incomprensión que en este caso, el narrador siente hacia su madre, hacia la vida de su madre, esa incomprensión que nunca logra del todo erradicar, tranquilizar, incluso atenuar. La vida después es también una larga serie de ejercicios de comprensión, y de la descripción más o menos detallada de esos ejercicios. Todo lo que ese hijo ha hecho, todo lo que ese hijo hace para comprender a su madre. Sin lograrlo. O lográndolo por muy poco tiempo. La novela glosa el combate entre la comprensión y la incomprensión. ¿Pero de qué comprensión se trata aquella que busca sin pausa, hasta llegar a escribirla, ese hijo?
En matemática, para definir los conjuntos se utilizan esas dos expresiones, bien distintas: por comprensión o por extensión. Si es por comprensión es porque hay alguna propiedad que define y reúne los elementos, si es por extensión, se enumeran los elementos. Antrim en La vida después opta por la segunda opción, pero anhela la primera. Anhela comprender, porque anhela también por fin no soportar más el peso de esa madre; es decir, tiene una versión de la comprensión muy racional. El tema es que el conjunto de una vida se comprende justamente por extensión, y que la comprensión es en todo caso una ilusión o apenas un reparo. “Cuando no faltaba mucho para que muriera, perdí la fortaleza, la habilidad, la entereza necesaria para estar con mi madre.”, reconoce hacia el final de la novela. En realidad hay varios pasajes de la novela, de la historia con su madre, donde el narrador, ese hijo, pierde toda compostura, pierde todo eje, pierde toda entereza, no puede soportar –comprender: abarcar– lo que está pasando. Lástima que en toda la novela nadie le avise: no es tan grave, Don. Por eso cuando la madre le grita y, a su modo, le pide: “O vas a apoyar esta familia o te vas de mi casa», la madre disuelve y liquida esa fantasía de control del narrador. No hay lógica. O al menos, ninguna familia, ningún lazo se funda en la lógica de la convención. No hay normalidad. No hay neutralidad ni imparcialidad: todo lo contrario. “Tómalo o déjalo” es un poco la gran fórmula familiar. Y el resto es pura neurosis.
8. Watching the wheels
La canción que más me gusta de Lennon es “Watching the wheels”, un tema ideal para escuchar mientras el narrador de esta novela enumera los paisajes de infancia hasta llegar a ese hotel al lado del mar donde arrojará las cenizas de su madre. “I ´m just sitting here watching the wheels go round and round» canta Lennon y quizá es esa melodía la que espera este hijo abrumado y quejoso, pero quizá el acertado título de la novela, muestra que la vida nunca viene después. No hay ninguna vida después. Mientras decimos después, la vida, indiferente a nuestra temporalidad, sigue con su ritmo, el único, el incesante. Mientras estamos festejando el gol, el rival está sacando del mediocampo. No es tan grave, Don. Las ruedas giran todo el tiempo, nunca dejan ni dejarán de girar y por eso Lennon apenas quiere verlas girar. Donald Antrim también. Ha escrito esta novela para mostrar que todavía no lo logra. Eso también tiene valor.