Furia #4

El otro día cenamos con un grupo de gente, amigas y amigos que habíamos ido a la presentación de un libro y después terminamos la noche comiendo pizza. El combo clásico. El libro celebrado estaba en una colección de poesía, publicado por una editorial que se especializa en eso, poesía. Los textos no son con formato de versos, eso que se prejuzga poemas. Tienen incluso un personaje principal que narra y no se parece en nada a la autora (al menos en lo anecdótico), otra cosa que se presupone o espera a la hora de la poesía.
 
Entre cervezas, la autora amiga contó que quiso escribir una novela. “Esa fue mi primera intención”, dijo. Pero luego fue podando, sacando lo que le sobraba, y al final llegó a ese formato que, entendía, se lo encasillen como poesía, pero no sabría bien cómo definir, explicó. “Es narrasía”, intervino otra persona de la mesa, que también busca, desde un punto de partida poético, eso indefinible que podríamos resumir, valga la redundancia, como La Síntesis. “Decir mucho con poco”, creo que aporté yo (que tomaba limonada, pero tengo memoria lábil) y seguimos charlando sobre el tema un rato, que después derivó en chistes, chismes y esas cosas que hace la gente cuando después de tanta pandemia y distancia social de pronto se encuentra en átomos.
 
El titular de esa noche que quedó en mi mente fue lo que me gusta llamar degenerado, o de-generado. ¿Por qué hay que ponerle a todo un género? Poesía, narrativa, policial, terror, novela, autobiografía, ficción, varón, mujer, blá. En la vida yo soy esa piba que quiere fumar pipa y no se anima porque cree que es demasiado llamativo, que por estar asociado a lo masculino va a generar que tenga que explicar algo. Así que me privo. Pero cuando escribo, no.
 
En el mundo de mis textos no me importa el género ni el formato. Si necesito una herramienta asociada al policial, por ejemplo el suspense, para un cuento erótico, no se me ocurre otra forma de hacerlo. Es con suspense y ya. No hay casilleros para los recursos. Ni prurito si necesito usarlo.
 
Hay algo en la búsqueda de la síntesis que da cierta poesía que hace más interesante el juego cuando me pongo con la prosa. También está la construcción de mundos, la libertad de crear un personaje para usar un yo poético que no siempre vive las cosas que me pasan a mí. Narrasía, poetiva, no sé qué es. Algo degenerado que me inquieta, y si me inquieta, me sirve. Cuando escribo, cuando leo. Cuando vivo, o eso intento (menos lo de la pipa).
 
De esa noche recuerdo las cervezas que no tomé, el olor a pizza que me llevé en el pelo, el ruido de las risas de mis amigas y amigos y sobre todo la cosquilla de lo híbrido. Más permisos para avanzar en lo que sea que escriba.
 
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Clyo Mendoza es poeta, si tuviéramos que encasillarla en un género, pero no vamos a hacerle eso. Menos ahora. También es narradora. Y fotógrafa. Su segundo libro se llama Silencio, es un poema muy largo que parece una novela. Ganó por ese híbrido, tan árido como lírico, el Premio Internacional de Poesía Sor Juan Inés de la Cruz en 2017. Al año siguiente lo publicó el Fondo editorial del Estado de México.
 
En una entrevista que dio para hablar de Silencio, desde su casa a inicios de la cuarentena por la pandemia, cuenta que lo que más la inspira son los viajes. “No en el sentido estricto de la palabra, sino en reconocer a la otredad, en que hay un mundo aparte, incluso ajeno a nosotras y nosotros”, dice y al paso comenta que el próximo año saldrá su primera novela, que es esta que estamos leyendo, o acabamos de terminar o estamos por leer. Si quieren ver su biblioteca de fondo, escuchar su acento oaxaqueño, acá está.
 
Furia es un poco todo esto. Un viaje a la otredad, con libertad de recursos poéticos, narrativos, visuales y hasta sensoriales y eróticos. Un grito silencioso. Un híbrido que formalmente llamamos novela, pero que en realidad es imposible de encasillar.
 
Ah, hoy no saludé al inicio, porque esa es la pequeña libertad narrativa que me tomo en este correo y me despido entonces así.
 
Hola, CeCé. Saludos de Danixa