Múltiples espejos
Queridxs del otro lado,
¿Hay algo más emocionante que espiar vidas ajenas? Desde chica mi papá me contagió el gusto por mirar las ventanas iluminadas que se multiplican apiladas sobre los edificios de las avenidas. Observar a las personas en sus livings e imaginar quiénes son, en qué gastan sus horas y a quiénes aman es una forma efectiva de sentirme acompañada. Algo así le pasa a Celia Paul cuando, desde la ventana de su estudio que da a las salas del Museo Británico, fantasea con Gwen John. Una pintora de otro siglo con la que se siente misteriosamente conectada a través de los tiempos y a la que invoca en un ejercicio de ficción epistolar. En estas cartas espeja su vida con la de Gwen: las dos se formaron en la Slade School of Fine Arts, las dos tuvieron relaciones tormentosas y apasionadas con artistas reconocidos que las triplicaban en edad, las dos necesitaron del aislamiento y la soledad para crear, las dos pintan a sus seres queridxs y a sus espacios de trabajo.
Antes de seguir quisiera hacerles una confesión: este libro llegó a mis manos en el momento perfecto. Hace unos años estoy obsesionada con la pintora argentina Emilia Gutiérrez. Desde que la descubrí escribí: una crónica, un perfil, un cuento y una novela que sigue en proceso. Distintas formas de bordear una obsesión. Al igual que Celia, intento acercarme a ella y a sus pinturas. Siguiendo la lógica de los espejos, Emilia, Celia y Gwen se parecen bastante. Emila Gutiérrez también fue una pintora de las sombras: después de una infancia desdichada se aisló en su departamento de Belgrano donde pasó sus últimas tres décadas dibujando hasta su muerte en 2003.
Hace poco leí Tres preguntas incómodas, un ensayo de Evelyn Erlij en el que parte de Alice Neel, pintora de la que también habla Celia Paul en una de sus cartas. Evelyn dice que rara vez se habla de las pinturas de Neel sin mencionar alguna de sus historias traumáticas en torno a la maternidad. El ensayo sigue y aparecen otras mujeres como Alice Neel que se espejan en esto de las biografías creadoras opacadas por las personales hasta que se pregunta: ¿Es posible mirar la obra de una artista sin ver un espejo de su vida?
En una de sus cartas, Celia le pregunta a Gwen: ¿Por qué a algunas artistas las aceptan sin reservas, simplemente por lo que son? ¿Qué tenemos nosotras, que nos mantiene atadas? Nuestro talento es absolutamente independiente de los hombres con los que estuvimos, no derivamos de ellos en ningún aspecto. ¿Seremos responsables de alguna manera, sin que sepamos bien por qué?
Esta tensión entre amor y soledad, entre familia y creación, entre vida y obra es la que arma el hilo sutil del que surgen estas cartas que se leen como si se estuviera espiando la ventana de un desconocido sobre una avenida.
Eso es lo primero que despertó en mí espiar por la ventana de Celia. Ojalá les despierten las ganas de espiar también.
Con un apretón de manos,
Ana