Cartas a Gwen John #2

Queridxs del otro lado,

¿Qué imagen les devuelve su espejo cuando se paran enfrente? ¿Se sienten representadxs por lo que aparece o fantasean con ser otrxs, al menos por un rato? ¿Qué cambiarían si pudieran? Celia Paul se miró incansablemente en espejos a lo largo de su vida. Pintó autorretratos y escribió un libro con ese nombre.

En Autorretrato, también traducido y publicado por Chai, Celia revisa sus diarios íntimos y sus obras, para relatar e intentar comprender su vida. Saco mi ejemplar de la biblioteca. Está lleno de papelitos, señaladores, frases subrayadas con lapiceras de distintos colores y asteriscos. Leo en voz alta el comienzo:

No soy una pintora de retratos. A lo sumo diría que me dedico desde siempre a la autobiografía, a la crónica de mi vida y de mi familia. Mi vida está contada en imágenes. Esto último está subrayado con signos de admiración. Me doy cuenta, al releerla, que esa frase, mi vida está contada en imágenes, quedó resonando en mí.

Doy talleres de escritura creativa hace varios años. En la primera clase me gusta leer un fragmento de entrevista que le hacen a Mario Levrero en el que explica qué significa para él escribir en imágenes:

Al narrar en imágenes doy mi presencia sensorial como narrador observador y fabrico con ese estímulo de la imaginación del lector un estado de trance, durante el cual se vuelve receptivo a lo que no se dice, o sea a mi entera presencia, a mi alma. Ahí se produce la comunicación y el intercambio, ahí el texto es un objeto vivo, ahí el lector puede fabricar su propio texto, porque sus imágenes no serán las mías sino las suyas, y las suyas serán más vívidas y coloridas que las mías porque las saca de su experiencia sensorial personal.

Algo así debe querer decir Celia Paul con lo de narrar su vida en imágenes. Aunque también, claro, se refiere a las imágenes de un modo literal. A la pintura como su lenguaje predilecto.

Dice en Autorretrato: Si me alejaba de la palabra escrita podía inventarme un lenguaje nuevo, pintado.

Dice en Cartas a Gwen John: Pintar es distinto a escribir. Un cuaderno o una laptop son espacios compactos para crear. Para pintar necesitamos una parafernalia: paleta, pinceles, lienzos, caballetes y un cuarto propio donde sentirse deshinibida, sin que haya que preocuparse si la pintura gotea sobre la alfombra o ensucia la pared. Usamos palabras todo el tiempo. Pero la pintura es un lenguaje adquirido que hay que practicar todos los días, como cuando tocamos un instrumento: si no lo hacemos, perdemos el don.

Gwen John también escribía. La conversación imaginaria que entabla Celia con ella es posible, en parte, gracias al registro que dejó Gwen en sus cuadernos y correspondencias. La escritura aparece, para ambas, como una herramienta para reforzar la intención de dejar un registro.

Pero volvamos a los autorretratos. En la primera página de Cartas a Gwen John nos encontramos con dos autorretratos espejados por el pliegue del libro. A la izquierda hay uno de Celia Paul, Autorretrato de comienzo de la primavera de 2020 y al otro lado uno de Gwen John, Autorretrato con una carta de 1907. Pienso que tal vez la intención de Celia al ubicarlos así fue no solo la de espejarse en Gwen si no la de que en ese espejo aparezca la carta, es decir, la palabra.

Más adelante en el libro, Celia rescata dos autorretratos de Gwen John. Uno de 1900, antes de conocer a August Rodin (artista mayor en edad y renombre con el que tiene un romance sinuoso) y otro de 1902, después de conocerlo. Celia compara estos dos autorretratos  separados por apenas dos años como si jugara a las siete diferencias. Si en el primero Gwen mira con descaro al espectador, en el segundo su mirada es ensimismada y distante. Si en el primero Gwen posa con jactancia, en el segundo posa con los hombros caídos. Se ha decidido: se pondrá del lado de la pérdida y la soledad. Celia parece querer reforzar la idea de que siempre que se elige algo, se renuncia a otra cosa. Ya volveremos sobre esto.

Celia Paul ejercita el arte del autorretrato a través de la pintura, del diario, de la poesía y de las cartas para dejar un registro íntimo y franco de su vida. Y yo creo que, en verdad, más que un registro, los autorretratos son la herramienta punzante que encontró para reescribir su vida.

¿Será esta lectura que hacemos juntxs una forma de reescribir, también, nuestras propias vidas?

La próxima vez que les escriba entraremos de lleno en el torbellino de pasión amorosa que atravesó las vidas de Celia y de Gwen.

Con un apretón de manos,

Ana.