Sobre Bárbara Loden #1

Si tuviera que elegir mis tres libros preferidos del año pasado, Sobre Barbara Loden sería uno de ellos. 
Antes de abrirlo, me gustaría volver a ese momento en que tuve el libro entre mis manos por primera vez (me lo había recomendado una arquitecta que estaba en su momento de oro de lectura). Quisiera regresar de alguna manera a esas primeras impresiones, sabiendo que lo leí de un tirón, luego (inmediatamente) lo leí otra, y hace poco una tercera. El tres parece ser, de alguna manera, el número ideal para hablar de Sobre Barbara Loden. Volveré sobre esto más adelante.
En el principio de un libro (en formato físico) están el peso, el volumen, la tapa, su nombre, su olor, la contratapa, el color que lo rodea. En este caso son 101 páginas: eso es todo lo que tiene adentro el libro. O sea, es un libro pequeño. Podría leerse en dos sentadas, en tres horas. Eso suponiendo que es uno de esos libros que “se pueden terminar”, o sea, que una vez llegado al final, lo cerramos y la historia se acabó, sea lo que sea que signifique eso. El asunto es que ese no es el caso.
Otra cosa que recuerdo de ese primer momento en que tuve a Sobre Barbara Loden entre las manos fue una leve confusión. Como desconocía a la autora, creo que incluso llegué a preguntarme: ¿la autora es Nathalie Léger o Barbara Loden? Claro que acá se podría encontrar la respuesta a la pregunta yendo a Wikipedia o, más fácilmente, dando vuelta la tapa para encontrarse con la solapa y la foto de (efectivamente) la autora.
No es una foto cualquiera. En ella, Nathalie Léger mira hacia su derecha. Es una foto en blanco y negro. Está de perfil, con un gesto muy particular: la boca semiabierta y la mirada perdida, algo nostálgica, algo, quizás, decaída, o decepcionada (como si acabara de ocurrir una desgracia que se veía venir). Volvamos al gesto de los labios: es como si estuviera sorprendida, pero también como si hubiera estado por decir algo y ya no quedara demasiado por decir: una nube de vapor y de palabras cayéndose de su boca.
Le pregunto a una amiga estilista por su pelo. Me dice: “Es un peinado vaporoso, parece falsamente casual. Da la sensación de volumen, de que hay mucho pelo y aire. Sobre todo, aire”.
La foto parece también una foto de prontuario delictivo de esas películas con criminales. Nada de esto es menor. Me gusta, ahora que he leído el libro tres veces, volver a estos “márgenes”, y encontrar ahí, como ustedes encontrarán luego, las semillas del libro, su sombra, su negativo.
Pero nada de esto es lo primero que se ve. Probablemente lo primero que se vea sea el color de la tapa, ese rosa “Barbie”, que bien podría estar envolviendo a la clásica muñeca. Y entonces, mientras pasamos el dedo por la tapa, vemos la imagen: un cuerpo erguido (del torso para arriba) una mancha rosa que borronea una cara, que nos impide ver un rostro (esa mancha rosa emula, en algunas partes, un posible peinado).
Miren cómo empieza el libro, miren como esa primera página ya está conversando con esa imagen: 
 A lo lejos, una mujer se desprende de la oscuridad. En realidad, la distancia no nos permite saber si es una mujer. Sobre un fondo de montañas de carbón, una minúscula figura blanca, apenas un punto en la inmensidad oscura, avanza lenta y fluidamente entre los escombros acumulados que la rodean….
Detengamos la lectura. Esperemos. Volvamos a los detalles: en la solapa, debajo de la foto de la autora, una biografía y dos curiosidades. Primero: se nos informa que Nathalie Léger ha escrito un ensayo sobre Samuel Beckett (la sombra de ese autor recorrerá algunas partes del libro). Segundo: en un gesto algo inusual, no se nos dice la “nacionalidad” de la autora, como si esto se diera por sentado, o como si se diera sentado que esto no reviste la menor importancia, que el libro no necesita de ese tipo de fronteras.
Sigamos adelante: a veces los libros empiezan con una frase, una dedicatoria, o ambas cosas. Me gusta imaginar que los libros son casas, o habitaciones. Y que a veces tienen un pequeño lugar en donde nos ofrecen una llave para abrirlos. Esa llave suele tener la forma de un epígrafe. Colecciono muchas cosas. Entre otras, epígrafes.
El de Sobre Bárbara Loden es perfecto. Y, como su tapa, como los detalles de la foto de la autora, como la imagen de tapa de Ana Zych, como la ausencia de ciertas referencias biográficas, es una introducción ideal para abrir y entrar al libro.
El epígrafe viene del mundo del cine. Es de Jean Luc Godard. Dice:
“- Y esto ¿es demasiado transparente o no lo suficiente?
– Depende de si usted quiere mostrar la verdad.
– ¿Cómo es la verdad?
– Es entre aparecer y desaparecer”. 
Ahora sí, es hora de empezar. 

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