Tres Guineas #1

Es el año 1937 y el fascismo avanza sobre Europa a una velocidad alarmante. La guerra parece inevitable. ¿Qué hacer? Sobre todo, ¿qué pueden hacer las mujeres ante esa amenaza? ¿Sumarse al movimiento pacifista? ¿Apoyar a las tropas cosiendo y zurciendo? La respuesta de Virginia Woolf no sigue ninguna de estas opciones, que conocemos bien por distintas fuentes históricas. Lo que hace se puede entender como un gesto a la vez medido e incendiario: escribe una carta.
Hace rato que Woolf viene observando con preocupación cómo el nazismo ha ido quitándole derechos a las mujeres de Alemania y no le parece que las inglesas estén a salvo de que algo similar pueda ocurrirles. ¿Les suena conocido? “Cada vez que un país entra en crisis, los derechos de las mujeres son lo primero que se restringe” dijo Margaret Atwood hace poco, ante el avance de las derechas que estamos viviendo hoy en todo el mundo. Tres guineas es uno de los antecedentes más notables de ese feminismo que va más allá de las denuncias y se dedica a analizar los modos en los que la dominación patriarcal ha funcionado —y todavía funciona— incluso en tiempos que parecen auspiciosos para la ampliación de las libertades.
En ese sentido, este libro de Virginia Woolf es la continuación natural de Un cuarto propio. Sin embargo, es el menos leído de los libros de esta autora —“Simone de Beauvoir, que me dictaba clase sobre el feminismo de Virginia Woolf, no conocía Tres guineas”, escribió Victoria Ocampo, con desdén justificado—. Ese desconocimiento quizás se debe a que, a diferencia de Un cuarto propio, Tres guineas está escrito en un tono más frío y más analítico; también a que Woolf aquí se ocupa del rol las mujeres de clase alta en general y no simplemente de “las escritoras”. Y, sobre todo, a que, en este ensayo, Woolf se atreve a comparar las actitudes patriarcales cotidianas en su país con el horror del nazismo de Hitler. Algo audaz, temerario e indigerible para sus contemporáneos.
Tres guineas tiene una estructura compleja y está lleno de ironía, lo cual lo hace un texto difícil de traducir. Por suerte, el trabajo de Laura García para esta edición de Godot es muy bueno. El libro está armado como una larga carta en respuesta a la que un caballero que nunca se menciona —un abogado— le ha enviado a la autora pidiéndole que se sume a sus esfuerzos para prevenir la guerra. Gran ocasión para que Woolf ejerza todo su sarcasmo y su poder analítico. Les cuento más en la próxima.