Bibliotecas #1

Existen las personas criadas por una loba: Rómulo y Remo. Existen las personas criadas por el rock’n’roll: Christian Álvarez, Sid Vicious. Y existe una persona criada por una biblioteca: Jorge Luis Borges. El desafío de los siguientes cuatro envíos es hablar de las bibliotecas de todos los que no somos Jorge Luis Borges.
Parece mentira, pero créanme que hay gente que tiene bibliotecas, que escribe sobre sus bibliotecas, que pasa mucho tiempo rodeada de los libros de sus bibliotecas y que sorprendentemente no se llama Jorge Luis Borges. Tengo la prueba en mis manos: es Bibliotecas, un libro muy ameno con el que Ediciones Godot festejó quince años. Incluye ensayos de Selva Almada, Jazmina Barrera, Jorge Carrión, Luis Chitarroni, María Sonia Cristoff, Mercedes Halfon, Martín Kohan y otros —insisto: me inquieta un poco que ninguno se llame Jorge Luis Borges, debe ser que se puede escribir sobre las bibliotecas aun si uno tiene otro DNI, otra infancia, otra to-do list.
(Me río pero por supuesto admiro a Borges. A la vez, que una nueva generación tome por asalto las bibliotecas es oxigenante.)
Para empezar, esta generación se atreve a cuestionar el concepto mismo de biblioteca. Escribe Selva Almada en uno de los mejores ensayos del libro: “¿Por qué tener una biblioteca? Durante muchos años sentía que entrar a una casa sin libros era como entrar a una casa sin alma. Ahora me parece una reflexión un poco tilinga. Ahora pienso que tal vez entrar a una casa sin animales y sin plantas sea entrar a un lugar desanimado. Pero ¿por qué los libros? ¿Por qué pensar que es más importante coleccionar libros (al fin y al cabo una biblioteca es una colección) que miniaturas de cerámica o animalitos de vidrio soplado?”.
¿Alguien puede ofrecernos una respuesta? Que responda a este mail.
Tal vez la biblioteca más curiosa que vio Almada en su vida fue la de Laiseca. Cero espíritu exhibicionista, libros enmascarados en papel blanco, humo de cigarrillos, proverbial mala onda —y quizás algunas ideas para escribir sobre las bibliotecas si hubiera tenido la chance de ser parte de este libro.
Bibliotecas es un libro para los que aman los libros, que en general son los que aman las bibliotecas, los que se sienten atraídos por ellas casi magnéticamente como un polo negativo al polo positivo. Soy de esos.
La primera vez que vi un ejemplar de Calais, el librito de Emmanuel Carrère, fue revisando una biblioteca ajena cuando el dueño no estaba. No es un hecho menor, considerando que Carrère es uno de mis autores favoritos y que yo no sabía que existía ese libro. Una fuerza me atrajo hacia esa biblioteca, una pregunta poderosa: ¿qué iba a encontrar?
Selva Almada dice que prestar libros también le da sentido a tener una biblioteca. Y en otro ensayo, Dolores Reyes pone: “Mi biblioteca debería tener un cartel que diga ‘Se prestan libros’”, y cuenta la historia de su amigo apodado Caballo Loco, que se queda con un libro de ella a cambio de una bolsa repleta de marihuana.
Esa anécdota me dejó pensando: ¿qué libros yo no prestaría ni siquiera a cambio de un kilo de helado de Rapanuí?
Voy a elegir tres, pero por supuesto hay más: Cuentos completos, de Borges —el ejemplar de papel feo que me compré en Medellin—; In Patagonia, de Bruce Chatwin —uno en inglés—, y El viento entre los pinos, el bello relato autobiográfico de Malena Higashi. La autora es una chica inigualable con la que me casé y con la que soñamos tener una biblioteca de madera alta hasta el techo. De esas con escalera, como la de Eterna Cadencia o la de Libros del Pasaje.