Bibliotecas #4

La semana pasada escribí sobre los libros subrayados y cité algunos de mis propios pasajes marcados en Bibliotecas, el libro acerca del que hoy envío el último mail.
Uno de mis subrayados era: “… las bibliotecas son un fantasma…”, algo que anotó Mercedes Halfon en su ensayo “Los libros más interesantes del mundo”.
Halfon escribió desde el delta del río Paraná, en una casa alquilada, sin acceso a Internet, con una pequeña repisa con libros. Cito: “Desde acá diría que las bibliotecas son un fantasma, uno que habla mucho silenciosamente, que flota, que está presente en espacios donde no está, como en este momento, que tengo la mía lejos. Pero cuando la observamos, cuando nos paramos frente a ella y la interrogamos con la mirada, dice algunas cosas. Siempre distintas. Es un oráculo”.
Me resulta especialmente atractivo este ensayo de Mercedes Halfon. Entiendo y comparto muchas de las cosas que dice, como por ejemplo que su biblioteca es su dominio y su territorio. Por acá, ídem. Puedo pasarme un rato largo mirando mis estantes, sumiéndome lentamente en el placer de la contemplación, fluyendo entre el libro de las conferencias de Borges en las universidades de los Estados Unidos y el del largo retrato del Dalai Lama, dejando que los ojos se muevan solos y encuentren espacio para descansar, para desenfocar, para mirar hacia adentro.
En “Biblioteca bizarra” —el ensayo que abre el libro homónimo—, Eduardo Halfon (que no es el hermano de Mercedes Halfon) cuenta una anécdota: una vez visitó el despacho del novelista francés Patrick Deville, en Saint-Nazaire. Estaban ambos sentados con una botella de vino blanco, fumando un rato en silencio, cuando Halfon se quedó viendo los libros blancos de la biblioteca de Deville y se preguntó si realmente los habría leído todos, “una pregunta tan ingenua y torpe que el solo hecho de pensarla me sonrojó enseguida”, escribe.
Pero es también una pregunta común, y Halfon recuerda algunas respuestas que se han dado. Umberto Eco: “No, estos son los que tengo que leer para finales del mes. Mantengo los otros en mi oficina”. Harlan Ellison: “¿Quién quiere una biblioteca llena de libros ya leídos?”. Jacques Derrida: “He leído tres o cuatro, pero los he leído muy bien”. Anatole France: “Ni siquiera una décima parte de estos libros. ¿O acaso usted come todos los días en su vajilla de porcelana Sèvres?”.
Por mi parte, cuando practico esa suerte de meditación a la que llego contemplando mi propia biblioteca, por supuesto, paso por varios libros que no leí. Entre esos hay muchos que quiero leer y muchos que intuyo que jamás leeré… pero qué sé yo, por algo los guardo, tienen su magia. Por ejemplo, uno: Breve historia de siete asesinatos, de Marlon James —que de breve no tiene nada, porque son 800 páginas. Está presentado como: “Una novela extraordinaria sobre los años finales de la década de los setenta, la época más violenta en la historia de Jamaica”. Y es sobre un intento de asesinato que padeció Bob Marley. Interesante, pero, Marlon James, no me pidas que lea 800 páginas… tengo una larga fila de libros en espera. Así y todo, nunca me pude desprender de ese libro hasta ahora.
Mercedes Halfon también le encuentra un placer al acto de contemplar. Escribe en su ensayo que el río subió —recordemos: está en Tigre—, que estuvieron refugiados en el deck de la casa (¿quiénes?, no lo dice), viendo el jardín inundado de agua amarronada y los árboles emergiendo del río. Y así como vino la crecida, sigue, también se fue. Aparecieron los juncos y aquellos árboles ahora llenos de musgo.
Breve paréntesis. En 2022, en su discurso de apertura de la Feria del Libro de Buenos Aires, Guillermo Saccomanno citó al famoso monje taoísta Thich Nhat Hanh: “… la hoja donde escribo contiene el árbol del que proviene, desde la semilla, pasando por la lluvia, el sol, las estaciones, una historia concerniente a la naturaleza ante la que no puedo hacerme el distraído”.
Ahora Mercedes Halfon agrega: “Un árbol es en potencia una biblioteca, continente y contenido: madera para los estantes, hojas para las páginas. A veces mirar árboles fijamente, un día de lluvia, puede ser tan evocativo como leer”.
En la próxima tormenta, sepan que estaré pensando en mi biblioteca.
Hasta acá llegamos. Gracias por leer Bibliotecas conmigo.