Zazie en el metro #1

Personaje dual, o mejor dicho múltiple, Raymond Queneau fue novelista, pero también trabajó en un banco, fue vanguardista pero a la vez lector en el muy serio comité de lectura de la gran editorial Gallimard, fue miembro fundador de un grupo experimental como OULIPO, pero también miembro de la muy institucional Academia Gongourt, escribió poemas que fueron musicalizados con gran éxito por Juliétte Gréco, pero le gustaban las matemáticas, al punto de terminar por ingresar en la Sociedad de matemáticas de Francia. 

Personaje entonces inclasificable, ocupó al mismo tiempo un lugar central y marginal en la cultura francesa de posguerra. Amigo juvenil de los surrealistas, cercano más tarde a Georges Perec y al Colegio de Patafísica, es decir, en la herencia de Alfred Jarry, sus libros se siguen reeditando en todas partes, como da cuenta la edición de Zazie en el metro, su novela más conocida, publicada por las Ediciones Godot, traducida por Ariel Dilon. 

Esa dimensión escurridiza de la personalidad de Queneau, de su lugar anfibio en la escena literaria francesa, marca un poco su estilo literario: fue un juguetón serio. Un vanguardista formal. Un matemático aficionado que suponía que la aritmética era la clave secreta de la literatura. Un transgresor elegante. Una rareza amigable. 

En Gallimard no solo integró el comité de lectura, sino que llegó a dirigir la prestigiosa y todavía central colección La Pléidade. No es cualquier colección: publica las obras completas de grandes autores, franceses y extranjeros, en ediciones anotadas, establecidas. Es decir, en ediciones que llevan años de trabajo. “Entrar” en La pléiade para un autor -mucho más si todavía está vivo- es consagratorio en la cultura francesa. Hago esa digresión por el mundo editorial para mostrar la discreción y a la vez la importancia y la seriedad de Queneau. Este aspecto dual de su lugar en el campo literario: uno de los autores más juguetones del siglo XX es también el más riguroso, el más serio. Podría decirse, entonces, que para Queneau el juego es una cosa seria.