El amparo #3

Después de una serie de inconvenientes técnicos -que les voy a ahorrar porque son engorrosos y habituales para cualquiera que administre su vida con claves- esta semana pude entrar a la casilla de mail de Club Carbono. Es decir, me encontré con ustedes.

Primero, perdón por la demora en una respuesta que tal vez ahora sea inútil: alguno pedía que le enviaran un mail que no le había llegado, otro quería hacerle un comentario al autor (muchos de estos los reenvié), pedían leer determinado libro o saber en qué librería podían comprarlo. Pero también me encontré con los Gracias de Rosa y con pedidos y sugerencias que sí puedo escuchar para los próximos envíos. A partir de ahora, estaré del otro lado para que podamos conversar sobre nuestras lecturas.

Quiero contarles que quienes hacemos Club Carbono nos propusimos hace algunos meses organizar o propiciar instancias presenciales para que los lectores puedan encontrarse y generar lazos y, además, conocer a los autores y a los editores de los libros que semana a semana los acompañan.

El amparo de Gustavo Ferreyra será protagonista del primero de esos encuentros. Los invitamos los miércoles 20 y 27 de noviembre, de 18.30 a 20 hs., en la librería Mandolina (Manuel Ugarte 2439) a un taller de lectura gratuita sobre esta primera novela que elegimos para leer en el Club este mes.

Gustavo Ferreyra participará de esa charla colectiva y el editor de Godot Hernán López Winne contará qué vieron en el texto para volver a publicarlo tres décadas después. Cecilia Testa y Valentina Zelaya serán las coordinadoras de los dos encuentros. Creo que es una gran oportunidad para adentrarse en los rincones del libro, para escuchar a Ferreyra y para visitar Mandolina, firme en mi top 3 de librerías porteñas.

Quisiera, antes de despedirnos, reparar un poco en Adolfo, el protagonista de El Amparo. Me intriga saber si lo odian, si les genera pena o empatía. Todos fuimos alguna vez receptores de carozos en alguna medida y el personaje de la novela de Ferreyra lleva el gesto hasta el grotesco.

“La humillación por la humillación misma, como un destino individual -cuenta el autor sobre la idea detrás del personaje-. Una suerte de arte personal que pudiera interpretarse de miríadas de formas. Siempre defendí esa razón primigenia pero cuando empecé la novela ya había politizado la idea. De izquierda, pero más pesimista que revolucionario, veía en mi receptor de carozos la infinita derrota de no ya una clase sino de la humanidad. No había límites para la degradación de los seres humanos. Y mientras escribía la novela, el socialismo real se desmoronaba, de modo que mi pesimismo galopaba casi con alegría”.

Habrán notado que el narrador de El amparo nos invita a seguir con detalle los movimientos de Adolfo por la casa . ¿Y cuándo les da voz a los personajes? ¿Cuándo entran los diálogos? El gesto se repite: el intercambio aparece cuando los personajes se debaten entre la humillación y el sometimiento.