No sé bien cuál es el origen o la inspiración del título del libro de Jesse Ball pero todas las opciones me interesan. Mientras crecía en Long Island, el autor estaba convencido de que un día se convertiría en el cuidador de su hermano mayor Abram, quien nació con Síndrome de Down. «Incluso me preocupaba (siendo un niño) encontrar una pareja dispuesta a vivir con mi hermano y conmigo», escribe en el prefacio de Census, una novela publicada en 2018. Pero, tras varias descompensaciones cardíacas y más doce cirugías, Abram murió en 1998 a los 24 años.
John William Waterhouse, a quien muchos identifican como un maestro del simbolismo, inauguró su recorrido en la Real Academia con una obra en la que sintetiza lo personal con ecos mitológicos. Sueño y su hermanastro Muerte de 1874 está inspirada en una tragedia que marcó su vida: la pérdida de dos hermanos menores por tuberculosis.
La mitología griega es clave en la escena de la pintura. Hipnos, dios del sueño, y Tánatos, quien encarna la muerte sin violencia, comparten una conexión inquebrantable porque son hijos de Nix, la noche. Waterhouse los retrata juntos, acostados en un palacio oscuro que parece perderse en el tiempo. Las columnas dóricas del fondo son un homenaje al origen griego de la historia, mientras que las amapolas que Hipnos sostiene simbolizan en la tradición helénica la narcosis y los estados oníricos.
El detalle más notable es la dinámica entre ellos: Hipnos descansa sobre el cuerpo de Tánatos. Su hermano está cubierto por una sábana, la señal de su partida. La luz, poca, acentúa la diferencia entre ellos; sobre Tánatos la oscuridad es definitiva.
Ciento cincuenta años separan a Ball de Waterhouse. Pero ni los sueños ni la muerte entienden de épocas.
Ana Clara